jueves, 13 de enero de 2011

Algunas consecuencias de la ley Antitabaco


La nueva legislación antitabaco ha generado bastante material de discusión, pero en general ha sido bien aceptada por la población, acostumbrada al progresivo acotamiento de los fumadores en el ámbito público. Sabemos que en poco tiempo encender un cigarro en un bar será un acto tan incívico como lo sería encenderlo en un cine o en un aula, por más que algún lúbrico alcalde nos diga que este es el paso previo a los campos de exterminio nazis.

Por eso no me interesó el tema. Un debate con muy poco futuro.

Y no me había parado a pensar en la prohibición de fumar en lugares públicos cerrados hasta que ayer, cerca de la medianoche, me encontré con un fenómeno en el que no había reparado: frente a uno de los tres prostíbulos por los que paso en el corto trayecto que recorro desde mi garaje hasta mi casa, había un corrillo de cinco o seis putas, pitillo en mano, falda muy corta y lengua de país con pasado comunista, que habían sido expulsadas a la calle por la ley. ¿Ya no se podía fumar en los lupanares? ¿Incluso en esos lugares “casi” al margen de la ley la prohibición se seguía a rajatabla? Me pareció algo insólito. Prueba irrefutable del éxito de la medida.

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