Resulta inquietante pensar que vivimos en un país con una tasa de paro por encima del 20% de la población, duplicando la media europea: solo nos siguen de cerca Letonia y Lituania, con una tasa de parados del 18%. Si echamos una mirada más allá del suelo europeo, encontramos que nuestra tasa de paro es semejante a la de Mozambique (21%), Irak (18%), Sudáfrica (23%), Gabón (21%), Sudán (18%)…
Aun hay datos peores: el porcentaje de pobreza en España alcanza al 20% de la población; no nos podemos comparar con México (13%) o Francia (6%) o Alemania (11%); ni a Chad (80%), Colombia (49%) o Venezuela (37%); pero estamos al nivel de Argentina (23%), Rumanía (25%), India (25%), Paquistán (25%), Irán (18%), Turquía (20%), Argelia (23%) y un largo etc. El 70% de los hogares españoles se las ve canutas para llegar a fin de mes. Esto nos convierte, junto a Portugal, en el estado más injusto de Europa, con las mayores diferencias entre ricos y pobres del continente.
Esta polarización de la renta está además en progresión: entre 1995 y 2005 los beneficios empresariales crecieron un 73%; los salarios, en cambio, perdieron un 4% de su capacidad adquisitiva, algo sin parangón en las 30 primeras economías del mundo. Y sí, la estadística dice que estamos entre los más ricos del mundo; pero ya sabemos lo que dice Umberto Eco de la estadística: la ciencia en la que si yo me como dos pollo y tú ninguno, resulta que nos hemos comido uno cada uno. Aquí unos cuantos se están zampando demasiados pollos.
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